La actividad de mi abuela está cada vez más importantemente restringida a pasar el tiempo sentada junto al fuego de la chimenea, absorbiendo el calor como si su sangre ya no fuera capaz de producirlo, con un cigarro en la mano y los ojos entreabiertos, y yo no puedo evitar observarla. A sus ochenta y cinco años la vida tiene poco que ofrecer. Ya no hay ideas nuevas, no más personas interesantes, el futuro no depara ya sorpresas y el mundo no le pertenece, o mejor dicho que ella no pertenece más al mundo, que avanza más rápido y vertiginosamente de lo que su percepción alcanza a captar. Pienso en el maldito oxígeno que deteriora inevitablemente sus células neuronales acercándola más y más a un estado cercano a los objetos, en el constante y persistente acecho de la muerte que se lleva a todos los que la han acompañado desde su juventud, uno a uno, en cualquier momento puede ser ella la elegida. Y así su mundo se reduce a un montón de recuerdos empolvados y cubiertos de gris ceniza. Y el terror toma posesión de mi espíritu, porque llegará el día en que yo tome su lugar y conozca lo que ella conoce ahora, la espera, la deprimente, terrible espera del final…
Dicen que cuando los hombres Inuit, los famosos esquimales, envejecen y se vuelven incapaces de contribuir a la comunidad, pasando a ser una carga, ellos eligen tomar su lanza y abandonar a su gente en busca de una última batalla, en busca del oso polar que les regale la muerte gloriosa que se merecen, como los orgullosos cazadores guerreros que fueron toda su vida.
Está claro que yo no apoyo la eliminación o la segregación de la tercera edad, cualquier cosa menos eso, pero me gusta esa idea romántica de los esquimales, me gusta para mi propio caso individual, significa que el coraje no desaparece necesariamente con los años, que la fuerza y el fuego siguen ahí brillando, que uno puede salvarse de que el tiempo y la naturaleza te roben lo bueno y de valor que hay en ti, y en cierta manera vivir para siempre.
Dicen que cuando los hombres Inuit, los famosos esquimales, envejecen y se vuelven incapaces de contribuir a la comunidad, pasando a ser una carga, ellos eligen tomar su lanza y abandonar a su gente en busca de una última batalla, en busca del oso polar que les regale la muerte gloriosa que se merecen, como los orgullosos cazadores guerreros que fueron toda su vida.
Está claro que yo no apoyo la eliminación o la segregación de la tercera edad, cualquier cosa menos eso, pero me gusta esa idea romántica de los esquimales, me gusta para mi propio caso individual, significa que el coraje no desaparece necesariamente con los años, que la fuerza y el fuego siguen ahí brillando, que uno puede salvarse de que el tiempo y la naturaleza te roben lo bueno y de valor que hay en ti, y en cierta manera vivir para siempre.
Se los dejo como reflexión quizás para aprovechar más nuestras vidas y llegar más alto, ser un poco más heróicos y dignos talvés, qué se yo...