viernes, septiembre 07, 2007

El Alma del Joven (Parte I)

El joven pasaba ya sus días de una forma no muy interesante que digamos. Los viejos tiempos ya se habían terminado hacía mucho y nada parecía conmoverlo como antes. Su vida por momentos carecía de atractivo, o por lo menos así lo percibía él. Los amores reales se habían acabado, las pasiones que sentía por el mundo lentamente se disipaban entre su propia oscuridad como los recuerdos distantes de su niñez feliz. Ya no era más el niño soñador sentado atrás de la clase, mirando por la ventana. Ya no repetía esos largos paseos por la alameda con la única compañía de su música en el walkman. Ya no leía a Whitman y a Thoreau con la ingenua admiración con que solía leerlos. Los pocos placeres que le iban quedando se transformaban en una rutina insoportable.

Por las noches no hallaba más que hacer que recorrer en soledad los bares de la ciudad, perdido entre las caras risueñas de los viciosos, tratando de ser uno más entre ellos y olvidarse por unos breves momentos de su actual condición. Se abandonaba a sí mismo a la mediocridad de la multitud, y todas sus antiguas ambiciones parecían tan distantes e irrealizables que prefería apartarlas de su repertorio de pensamientos y reflexiones cotidianas. Para qué alimentar sueños imposibles, decía él convencido.

Un día mientras caminaba de vuelta a casa del trabajo, un pensamiento surcó su mente como un rayo de tormenta, y una emoción implacable desgarró su corazón a los pocos segundos, como el sonido del relámpago. Era la resolución que estaba esperando. El cielo cubierto de nubes se abría sobre él, el sol le sonreía con malicia. Desde hace mucho tiempo que su alma se encontraba extraviada. El joven hombre iría en su busca y no iba a descansar hasta encontrarla. Ya no albergaba temores y dudas en su interior, estaba harto de ellos.

Empacó lo poco que pudo en los tres minutos que le tomó abandonar su casa. No la sentía como su hogar de todos modos, de hecho la odiaba, nunca sintió que perteneciera a ella y, en realidad, no soportaba ya el silencio y la quietud de ese lúgubre espacio. Poco más de veinte mil pesos, una muda de ropa, algunos utensilios de higiene personal, un caño de hierba y un cuchillo eran todo lo que necesitaría para empezar. Subió a su auto y se largo de ahí, siguiendo la carretera del norte, hacia el desierto. Condujo toda la noche hasta el amanecer cuando se acabó la bencina y hubo de abandonar su auto a la orilla del camino.

Caminó y caminó por días incontables, por muchas semanas, los meses pasaban sin que el joven tuviera conciencia de ellos. El tiempo y el espacio eran variables invisibles para él. Cuando se sentía cansado se tendía bajo un árbol y descansaba, cuando sentía sueño se cubría con cualquier cosa y dormía, si sentía hambre, robaba frutas o vegetales de alguna plantación y comía. No había razón para sufrir, llevar una vida normal y estable ya no constituía para él una norma o una obligación moral. Pocas cosas le importaban. Si la gente lo consideraba un vagabundo o un loco, al joven no le iba ni venía puesto que sabía que estaban en lo correcto. Cruzó varios pueblos y algunas ciudades. A veces alguien le tendía una mano amistosa y otras veces le escupían en la cara, pero casi siempre todo lo que recibía era ignorancia e indiferencia.

Una noche de lluvia llegó a una gran ciudad iluminada y se refugió bajo el primer puente que encontró. No estaba sólo, un hombre de largas barbas negras, cubierto de harapos, se encontraba también allí, sentado frente al fuego. Lo invitó a sentarse con él. No tenía nombre, o edad o lugar de origen, había olvidado esos detalles hace ya mucho, pero la gente de los alrededores lo llamaba Gorrión, por la fina y deliciosa voz que a todos encantaba cuando entonaba viejos himnos y melodías improvisadas a cambio de monedas sueltas. El joven experimentó una profunda simpatía por el viejo hombre de barbas, mientras oía con entusiasmo sus historias imaginadas, contadas entre sinceras y joviales carcajadas. Juntos cantaron al compás del agua que caía del cielo, y lograron descifrar uno que otro de sus sueños gracias a las extrañas y arcanas teorías del Gorrión vagabundo. El viejo era una alegre compañía, algo que el joven realmente echaba de menos, por lo que resolvió, al salir el sol y luego de haber dormido unas horas, preguntarle si deseaba acompañarlo en su hasta entonces solitario viaje.


Continuará...

2 comentarios:

Muerta dijo...

0___o quede alusinando con la historia.
aveces recorde a sobre heroes y tumbas cuando el deja el nido familiar, y despues me acorde de forest gum cuando el caminaba y camiba y se sentaba a comer en distintos lugar.
en fin...


espero la segunda parte.
muy bueno tu espacio.
que estes bien

Franco. dijo...

de los blogs que me gusta y leer y al leerte no me ekivoco, me sono muy al estilo juvenil de romper con sentimientos la realidad, de pasar de alegrias a angustias, kisas todo se resuelva en la segunda parte, el joven me parece perfecta imagen de muchas historias que siempre terminan de manera triste, ojala tu historia ayude al joven y que el viejito ayude en eso jaja... O lucky man! peliculasa... kisas solo roso tu historia pero igual se asimila